La implosión de UNASUR

Por: Edmundo González Urrutia

Seis de los doce países integrantes de la Unión Suramericanas de Naciones (UNASUR) Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú y Paraguay, anunciaron la suspensión de su participación en dicho organismo internacional constituido en el año 2008 y que tuvo como precedente la Comunidad Sudamericana de Naciones, nacida en 2004 por iniciativa del presidente Fernando Henrique Cardoso para impulsar los proyectos de infraestructura regional.

Si bien se trata de un retiro temporal, no hay dudas de que comporta un duro golpe para un mecanismo que desnaturalizó el sentido de la integración económica en detrimento de objetivos políticos con el propósito de promover una agenda propia al amparo de la ideologización, el rupturismo, la satanización del libre comercio, e incluso una visión particular de los derechos humanos, la defensa y la seguridad.

Son varias las razones para esta decisión. En primer lugar la UNASUR nació en momentos de auge de los gobiernos que conformaban el llamado eje bolivariano y que promovían el socialismo del siglo XXI. Desde su creación estuvo marcada por la ideologización y sirvió de instrumento para la proyección continental del proyecto político que, en el plano internacional, defendía la creación de un mundo “pluripolar” para enfrentar la unipolaridad estadounidense y para hacerle sombras a la OEA. Pocos fueron los avances que se registraron en materia de integración económica.

Desde el inicio hubo inconvenientes con la elección de sus autoridades (Secretario General). El primero fue el ex presidente ecuatoriano Rodrigo Borjas, quien renuncio sin haber asumido la conducción del mecanismo; seguido de la designación de Néstor Kichner, quien pocas veces llegó a ocupar el despacho en la recién construida sede en Quito y falleció en el ejercicio del cargo; la controvertida gestión del ex presidente Ernesto Samper que convirtió el organismo en una mampara de los gobiernos autoritarios y en un ente para observación electoral; hasta los tiempos actuales de virtual paralización ante los desacuerdos que han impedido designar al nuevo titular de la organización acéfala desde el mes de enero de 2017.

Varios asuntos requieren atención antes de que este organismo recobre su normalidad institucional. La primera, y más apremiante, es la desideologización del mecanismo. Es una realidad que la UNASUR se convirtió en sus pocos años de vida en un instrumento al servicio de un proyecto geopolítico en detrimento de sus objetivos de promover la integración regional.

Es igualmente necesario consensuar la designación de un nuevo Secretario General con suficiente peso político y autoridad moral que le restablezca la credibilidad al órgano sub regional.

Finalmente, deben reorientarse las metas de la integración en momentos en que varios de países que lo integran han volcado su mirada hacia la Alianza del Pacífico.    

Caracas, 27 de abril de 2018

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