La Cumbre del G-20: un magro avance
Por: Edmundo González
Concluyó en Buenos Aires la Cumbre del Grupo de los 20 que reúne a los Jefes de Estado y de Gobierno de las 19 principales economías del mundo y la Unión Europea. Es el espacio más importante para la discusión de los grandes temas de la agenda económica y financiera global y la primera vez que se celebra en un país latinoamericano.
Sobran razones para reconocer la importancia de este mecanismo que concentra el 85% del Producto Bruto Global, el 66% de la población mundial; el 75% del comercio internacional y el 80% de las inversiones a nivel global.
Más allá de los esfuerzos del gobierno anfitrión por darle un tono festivo a la cita en la ya imponente capital porteña, la reunión ocurrió en tiempos turbulentos en varios de los países que la integran y algunos temas polémicos ocuparon los debates como el calentamiento global y la guerra comercial.
Las aparentes cordialidades que se revelaron en la llamada “foto de familia” en el fondo banalizaron las diferencias que existen entre algunos de los líderes y las dificultades que afectan a algunos de estos países. Por ejemplo, la guerra comercial entre Estados Unidos y China; las muy difíciles relaciones entre el presidente Trump y el gobierno de México; las imputaciones del presidente turco contra las autoridades saudíes por el asesinato del periodista Jamal Kashoggi en el consulado de Arabia Saudita en Estambul; la polémica provocada por el retiro del Reino Unido de la Unión Europea; la ola de protestas en Francia; la incómoda presencia en Buenos Aires del príncipe saudita; el auge de los movimientos ultra nacionalistas de extrema derecha que tocan a las puertas de Italia; las dificultades que atraviesa la economía del país anfitrión; y las incertidumbres que despiertan los triunfos de Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador dos polos ideológicos antagónicos en dos de los países de mayor peso geopolítico de Latinoamérica.
Por supuesto que para el gobierno argentino, además del prestigio que significó albergar una veintena de líderes de las principales potencias del mundo, y de consolidar su imagen internacional, hubo otros asuntos importantes: la reunión entre el presidente Mauricio Macri y el Donald Trump y el espaldarazo que recibió de éste como socio regional confiable; así como la que sostuvo con Theresa May, la primera mandataria británica en visitar a la Argentina después del conflicto por las islas Malvinas hace ya 36 años, donde el plato fuerte fue la distensión de las relaciones.
Llamó la atención la discreta y casi desapercibida presencia del presidente Temer de Brasil quien está a pocos días de entregar la presidencia al nuevo gobernante.
Al igual de lo que ocurre con otras instancias, el multilateralismo viene perdiendo espacios e influencia de allí que se hable de la crisis del sistema multilateral de comercio. Tal vez sea por ello que la declaración haya reflejado el compromiso de “revitalizar” la Organización Mundial del Comercio y que a juicio de expertos la hayan calificado de “edulcorada”, “austera” o “retórica”.
En ese contexto de polarización entre los dos principales actores de esa guerra comercial, no es de extrañar que el documento final de la cumbre, por primera vez, y luego de largas negociaciones en las que el presidente anfitrión jugó un papel clave, no haya rechazado el proteccionismo algo que irritaba a la principal potencia del mundo. A fin de cuentas fue el reflejo de la “tregua” temporal a la que llegaron Estados Unidos y China hasta encontrar una solución definitiva.
Algunos temas más espinosos de la actualidad política mundial fueron soslayados razón por la cual los resultados fueron vistos con cierta indiferencia por la ciudadanía.
Finalmente, otro dato a señalar fue que los movimientos anti cumbre pasaron inadvertidos. Las amenazas de interrumpir la reunión con violentas protestas de calle no tuvieron lugar y si las hubo, pasaron sin consecuencias.
Caracas, 3 de diciembre de 2018