¿Un regreso al pasado?

Por:  Edmundo González Urrutia

La decisión anunciada por Iván Márquez, líder de un grupo disidente de la guerrilla colombiana de retomar la lucha armada es una mala noticia para el pueblo de ese hermano país, para los amantes de la paz y para quienes temen que la eventual reactivación del conflicto comporte efectos peligrosos para la seguridad regional y en particular para Venezuela.

La proclama fue un anacrónico mensaje, plagado de frases rimbombantes y cuyo contenido tomó a pocos por sorpresa pues desde hace un buen tiempo se conocía el propósito de sus andanzas en la clandestinidad.

No está claro el verdadero número de efectivos que acompañan a Márquez en esta decisión que ha sido rechazada de manera muy firme y casi unánime por la sociedad colombiana y otros actores clave de la comunidad internacional. Sus antiguos camaradas que hoy integran el partido FARC calificaron esta decisión como “una equivocación delirante” y se afirma que la gran mayoría de los desmovilizados rechazan esta conducta y mantienen su compromiso con los Acuerdos de Paz.

No obstante lo anterior, el anuncio de que buscarían una alianza con el ELN es asunto suficientemente delicado. Así pues, ante las afirmaciones de voceros colombianos sobre la presencia de estos grupos en Venezuela, las denuncias del propio presidente Duque en el sentido de que dichas organizaciones cuentan con el apoyo y albergue de Nicolás Maduro y la decisión de llevar adelante acciones militares de envergadura para dar con los alzados, coloca el tema como algo que no puede ser desestimado.

Desde hace más de una década se ha venido señalando la connivencia, permisividad y admiración del régimen venezolano con la guerrilla colombiana. No son pocos los ejemplos que podemos mencionar para confirmarlo. En primer lugar, recordemos lo dicho por Hugo Chávez en cuanto a que Venezuela no limitaba al occidente con Colombia sino con las fuerzas insurgentes de las FARC, cuya realidad no podía seguir desconociendo;  la declaración de neutralidad del gobierno de Venezuela en el conflicto armado colombiano; las denuncias documentadas sobre la utilización de nuestro territorio como santuario de la guerrilla colombiana; los encuentros y reuniones sostenidas con altas figuras de las FARC en Miraflores y la presencia de algunos de estos en actos públicos en nuestro país.

Fuentes de inteligencia colombiana han revelado las conversaciones que habría adelantado Márquez y autoridades venezolanas con vistas a consolidar un viejo proyecto llamado Movimiento Continental Bolivariano.

En efecto, en febrero de 2008 activistas vinculados al proceso político venezolano, reunidos en Quito, decidieron conformar El Movimiento Continental Bolivariano como agrupación de las fuerzas revolucionarias dispuestas a “enfrentar la estrategia imperialista”. Esta era la respuesta al Plan Colombia suscrito por Bogotá y Washington y estaba en sintonía con los lineamientos de los planes de desarrollo económico y social del gobierno nacional. No es extraño imaginar que esta iniciativa sería bien vista por las autoridades venezolanas.

Por lo pronto, la próxima Asamblea General de la ONU se avizora como tribuna donde se ventilarán los argumentos de Colombia para denunciar la protección que brinda el régimen de Maduro a los grupos guerrilleros en contravención de las disposiciones de la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad.

¿Cuál es la real capacidad de este movimiento de escalar el conflicto? ¿Tiene control sobre el territorio? ¿Hasta dónde serán capaces de concretar sus amenazas? ¿Existe una estructura militar con unidad de mando? ¿Hasta dónde puede llegar el llamado para unificar fuerzas con el ELN, su rival eterno, en los negocios ilícitos de la droga?  ¿Cómo van a reaccionar el gobierno estadounidense y otros actores clave? Son estas algunas interrogantes que suscita este nuevo episodio.

Caracas 1 de septiembre de 2019.

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