El Grupo de Puebla. Un futuro incierto

Edmundo González Urrutia

A poco más de cuatro años de su fundación como instancia aglutinadora del llamado “progresismo latinoamericano”, el Grupo de Puebla sostuvo un nuevo encuentro en la ciudad de Puebla, México, lugar que inspiró el nombre de este movimiento.

Ya han transcurrido varios años de presencia internacional de este mecanismo y resulta inocultable su identificación con la anacrónica visión del mundo en términos de derechas e izquierdas al amparo de la etiqueta o libreto “progresista”.

Este IX encuentro del llamado Grupo de Puebla pretendió ser una ocasión distinta a las anteriores reuniones en un esfuerzo por presentar a una “nueva izquierda” latinoamericana. No obstante lo anterior pueden identificarse tres variables en el ámbito de la política exterior. Una radical-revolucionaria, conformada por las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, caracterizada no solo por una política exterior de abierta confrontación y retórica antiimperialista sino por una negación del sistema interamericano. En segundo término, una izquierda democrática, representada en el gobierno de Gabriel Boric en Chile, que marca distancia de la izquierda tradicional, con una agenda de política exterior que pone acento en la democratización de la sociedad, el respeto por los derechos humanos, la atención de las demandas de género y ecologistas, sin perjuicio de las necesarias políticas de equidad social. Y un tercer eje de izquierda democrática, que se caracteriza por un alto pragmatismo, rozando por momentos en incoherencias de cara al exterior, y que es fácilmente detectable por sus posicionamientos en materia de democracia, derechos humanos, así como por sus posturas con relación al sistema interamericano.

En este último eje se puede situar los gobiernos de Brasil, México, Argentina, Colombia, Perú y Honduras. En el caso de López Obrador, éste evita condenas explícitas a regímenes como el venezolano y el nicaragüense y es en extremo ambiguo cuando se plantea superar el sistema interamericano por un modelo que excluye a Estados Unidos y a Canadá, al tiempo que estrecha relaciones con estos últimos países.

La inclusión en esta reunión de los representantes de las dictaduras de Nicaragua y Venezuela, tuvo como propósito “blanquear” internacionalmente a estos gobiernos que hasta ahora habían sido aislados por buena parte de la comunidad internacional por su condición de violadores de los derechos humanos y de los valores esenciales de la democracia.

También hicieron su debut en esta oportunidad el presidente electo de Guatemala Bernardo Arévalo, Irene Montero del partido Podemos de España y Claudia Sheinbaum ex jefa de gobierno de la Ciudad de México y recientemente electa como candidata presidencial del partido Morena.

A este encuentro del club de los “EX” asistieron Evo Morales, quien ya anda en campaña por su candidatura presidencial, a pesar de las normas constitucionales que se lo impiden; Rafael Correa prófugo de la justicia ecuatoriana; Baltasar Garzón, anteriormente paladín de las luchas por los derechos humanos y ahora devenido defensor de Alex Saab; el colombiano Ernesto Samper y por supuesto Bruno Rodríguez el canciller cubano. Faltó el ex presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, otra notoria ficha de este grupo.

Llama la atención, más allá de las abundantes referencias retóricas, el doble rasero con el que este grupo maneja algunos temas como el de la corrupción, la institucionalidad democrática, las amenazas ecológicas, las ausencias al tema de la democracia y el compromiso con los derechos humanos. En cuanto a lo primero, todo lo apañan con el argumento de la persecución judicial o lawfare. De poco valen las protuberantes denuncias en varios países presentadas en casos como Odebrech o el asalto a las cuentas de PDVSA donde se birlaron miles de millones de dólares.  Todo lo anterior no hace sino conspirar contra la credibilidad del mecanismo.

En suma, como hemos visto, lejos de un panorama de unidad entre las fuerzas políticas de izquierda en el continente lo que se perfila es la fragmentación. A este mecanismo del Grupo de Puebla le falta mucho por alcanzar la vitalidad inicial que tuvieron instancias como UNASUR por lo cual su futuro es no solo incierto, sino que la ideologización conspira con su vigencia.

 Caracas, 9 de octubre de 2023

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *