Retos de América Latina: coherencia y una agenda internacional para ser opción regional

En el coloquio La Cumbre de las Américas, retos y oportunidades, organizado por el IEPFT, tres calificados especialistas aportaron sus enfoques acerca de los desencuentros en la reunión hemisférica, en junio pasado, la política exterior de Venezuela, y  las nuevas alianzas regionales y globales ante los desafíos que impone la multilateralidad.

El Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro convocó a tres expertos en política internacional para conversar en el Coloquio La Cumbre de las Américas, retos y oportunidades, sobre el rol de América Latina, y Venezuela particularmente, en el mundo. La iniciativa se tomó con motivo de haberse realizado la novena reunión hemisférica, en Los Ángeles, California, EE UU,  a principios de junio.

La abogada Milagros Betancourt, con rango de embajador por su larga trayectoria en el servicio exterior; el profesor Rogelio Núñez Castellano, investigador senior asociado del Real Instituto Elcano de Madrid, España; y el embajador Oscar Hernández, director saliente del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), presentaron sus enfoques sobre la complejidad de las relaciones multilaterales.

La Cumbre de las Américas, mecanismo regional, reúne a los jefes de Estado y de gobierno del continente para  discutir aspectos políticos comunes y acordar acciones concertadas, con la finalidad de afrontar los desafíos presentes y futuros de la región.

Aportar reflexiones en tiempos clave

El embajador Edmundo González, coordinador de Relaciones Internacionales del Instituto, moderó el Coloquio del Instituto que preside el profesor Ramón Guillermo Aveledo.

La IX Cumbre, como parte del mecanismo instaurado por el presidente estadounidense Bill Clinton, en 1994, se realizó en momentos de importantes giros geopolíticos en la región: la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, la víspera de los resultados de la reforma constitucional en Chile, y la realización de las elecciones presidenciales en Brasil, previstas en octubre próximo.

González mencionó los antagonismos, desencuentros y tensiones ocurridas en las semanas previas a la celebración de la IX Cumbre, cuando jefes de Estado dejaron de asistir a la reunión continental al decidirse la no participación de Cuba, Nicaragua y Venezuela, “por su comportamiento antidemocrático”. Estos hechos “deslucieron” el escenario de la cumbre y la convirtieron en una de las más controversiales, dijo.

 “Para algunos analistas, la Cumbre de las Américas evidenció las limitaciones  de liderazgo de los Estados Unidos, en momentos en que no solo se ciernen serias amenazas a la seguridad mundial, sino que también potencias extra regionales juegan un papel de primer orden en el hemisferio en los ámbitos políticos, económicos, financieros e  incluso de seguridad”.

Venezuela: del éxito a la ausencia

En su intervención, Betancourt hizo un recorrido histórico de la actuación de Venezuela en las nueve Cumbres de las Américas que se realizaron periódicamente en ciudades de la región.

Partió de la primera reunión, en 1994, en la cual Venezuela tuvo una participación “exitosa”, con la acogida total de su propuesta de Convención contra la Corrupción; y culminó con la más reciente, celebrada en Panamá en 2022, en la que el país estuvo ausente.  “Terminamos en la penosa situación actual que nos llevó a la imposibilidad de participar en la reunión”.

La especialista citó dos hechos que sirvieron de contexto a su análisis para definir la actuación venezolana. Uno, el establecimiento de la agenda, basada en la democracia y el libre comercio para forjar un lenguaje común y acciones colectivas, multilaterales y nacionales. Y la otra, el quiebre de la política exterior venezolana: La que se expresó en 1994, basada en la democracia, relaciones de cooperación y convivencia pacífica, y la que desarrolló la revolución bolivariana.

Señaló los logros alcanzados por Venezuela en democracia, en las  primeras Cumbres de Miami 1994, Santa Cruz de Sierra, Bolivia, 1996; y de Santiago, Chile, 1998, como el enfoque hemisférico de la corrupción, en el que se incluyó la figura de la extradición, lo que condujo a la adopción de la Convención el 29 de marzo de 1996; la participación para la creación del ALCA para 2005, y la defensa de los derechos humanos.

La posición venezolana cambió a partir de  1999, con la llegada de la revolución bolivariana, indicó la especialista. “El gobierno tuvo y tiene una motivación ideológica y política que usualmente se aparta de los postulados acordados en el concierto de las naciones y en muchas ocasiones se separa también de los intereses del país”, señaló Betancourt. Y agregó a esto la personalidad de Hugo Chávez y su comportamiento en el escenario internacional. “Sus interlocutores no sabían cómo responder a la irreverencia y el irrespeto a las reglas”.

La defensa de la democracia participativa con visos socialistas que “sirvió para dificultar y detener la promoción y defensa de la democracia representativa”, y el rechazo al ALCA, fueron  ratificadas por Venezuela en la Cumbre en Quebec, en abril de 2011, rememoró. Fue el año de los actos terroristas contra los Estados Unidos.  En esta reunión, Chávez solicitó reservas de Venezuela a la declaración final de Quebec, en el tema de la democracia, establecida en el artículo AB6; y el ALCA, en el párrafo 15 y  6A del plan de acción. “Venezuela por primera vez rompe el consenso en una reunión internacional sobre todo en un proceso como este”, precisó Betancourt. “Lo único que logró fue la inclusión de un artículo sobre la participación ciudadana en el tema de decisiones”.

La Carta Democrática fue aprobada por aclamación el 11 de septiembre de 2001 en Lima, sin  objeción ni aclaratoria de Venezuela.

La posición venezolana en las cumbres siguientes de Puerto España, en 2009; en la de Cartagena, en 2012 y la de 2015, fue la misma. El Estado no asistió a la de Lima en 2017, pero fue el tema central,  debido a la inconstitucional convocatoria del gobierno de Nicolás Maduro de la elección presidencial para el 20 de mayo de 2018.  “Allí, la mayoría de  mandatarios acordó no reconocer los resultados y comenzó todo este proceso de desconocimiento y de gobierno interino reconocido por más de 50 países, y de transitar en el camino difícil y turbio en el cual nos encontramos”.

La embajadora destacó “la falta de liderazgo de los Estados Unidos en la IX Cumbre, en la que por primera vez en la historia se impidió la participación de tres Estados miembros. Y precisó que la no invitación tiene fundamento en el compromiso asumido en la tercera Cumbre de Quebec que “marcó pauta en la región”.

Este compromiso, que leyó textualmente, establece que el  mantenimiento y fortalecimiento del estado de derecho y del respeto irrestricto al sistema democrático son compromiso compartido las cumbres, y que cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado en el proceso de cumbre de las Américas.

“Hay un solo detalle que me llama la atención: la posición un poco tibia de los Estados Unidos. Venezuela quedó ausente porque tampoco fue invitado el gobierno interino a quien reconoce. A decir de ellos mismos era preferible que no estuviera porque ya  no todos los países de latinoamericanos tienen la misma postura frente al llamado gobierno interino”. 

Falta de coherencia en América Latina

Correspondió al profesor Rogelio Núñez Castellano exponer el tema de La Cumbre de las Américas y América Latina en el nuevo escenario geopolítico, un tema que basó en una de sus  investigaciones.

Indicó que había expectación sobre las posibles respuestas de la Cumbre  a dos temas que consideró trascendentales y que deben definirse. Por una parte, la crisis económica y social  de América Latina, a raíz de la pandemia, y  la otra, el rol decisivo de la región para los Estados Unidos y la Unión Europea, frente a la penetración china y la invasión rusa a Ucrania.

“Estas expectativas de que América Latina pueda cumplir otro rol dentro del contexto de la geopolítica mundial han fracasado. No se ha cumplido ninguna, como se esperaba”, dijo. Y señaló como una de las razones que  los Estados Unidos han carecido de un proyecto y de una política para América Latina.

“Esa idea de que América Latina con la colaboración de los Estados Unidos tendría un cambio de su matriz productiva y de su proyecto económico, no ha tenido lugar”.

Esa relación se ha reducido al tema migratorio, dijo. Lo consideró clave por ser política interna y externa estadounidense hacia los países latinoamericanos, pero precisó que los problemas  migratorios no se podrán solucionar mientras en la región existan  problemas estructurales.

“Mientras América Latina siga teniendo un crecimiento tan débil como el que tiene, por debajo del 5%,  y siga sufriendo los grados de inseguridad, de falta de proyectos económicos a largo plazo, de productividad y competitividad de sus economías, las presiones migratorias, de una manera o de otra, van a seguir”.

Resintió que la Cumbre se haya limitado a debatir al tema de si Cuba, Nicaragua y Venezuela debían participar, y dijo que esto puso en evidencia una realidad: “No existe coherencia de la política de Estados Unidos con respecto a América Latina, y eso es muy grave”.

Mencionó como otro problema “la enorme fragmentación regional que va más allá de las ideologías”. Lo ilustró con las posiciones contrastantes de gobiernos de izquierda, como el de México y Chile, sobre la asistencia a la Cumbre. Y con los de derecha, como el de El Salvador y Guatemala, porque ninguno participó.

“Esto quiere decir que América Latina está desunida, fragmentada sin capacidad  de tener una sola voz ni construir un solo discurso frente al mundo y a los Estados Unidos”.

Destacó que la región “está fracasando constantemente” porque no ha sabido reivindicar su importancia estratégica ni “vender” la materia prima que la convierte en factor fundamental dentro de la geopolítica mundial, en la coyuntura de la guerra, la inflación y el desabastecimiento en el mundo.

“El hidrógeno verde y el agua incluso el gas son factores clave para el desarrollo de la cuarta revolución industrial. Mientras América Latina no demuestre al mundo que es actor fundamental para la construcción  de esta seguirá teniendo un papel periférico en las relaciones exteriores”  

La multilateralidad limitada

Hernández Bernalette, por su parte, reflexionó sobre la necesidad de América Latina de cambiar paradigmas para alcanzar alianzas regionales y globales, especialmente en tiempos de pandemia, y plantearse una agenda distinta. Y también de entender los retos globales en el futuro.

Al hacer sus reflexiones, a la luz de la IX Cumbre, dijo que el mundo,  próximo a entrar el cuarto de siglo XXI, obliga a nuevos desafíos.

“Las relaciones en estos tiempos nos sitúa ante un dilema: cómo abordar los intereses estratégicos y alianzas a la luz de nuevas amenazas; cómo podemos plantear esa  nueva interacción a nivel regional y global”.

 Al basarse en la frase de Lord Palmerston, “las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”, se refirió a las actuales alianzas de Venezuela, para precisar que los amigos y los enemigos son transitorios y dependen de las circunstancias.

Se apoyó en un gráfico para resaltar alianzas estratégicas de Venezuela, un país de América Latina, con Turquía, Pakistán, Irán, Rusia, China y Cuba, actores extra regionales  

“Esta cumbre, que vimos con poca sustancia, permitió demostrar la variedad de intereses y objetivos, las diferencias ideológicas marcadas entre gobiernos. Unos países asistieron con una visión propositiva y otros con actitud provocativa”, dijo.

Agregó que esta cumbre, inclusive a través de la dinámica discursiva,  demostró no solo la disociación, sino también “la discordia y falta de sintonía”  que existe entre Estados Unidos y también Canadá y una parte de América Latina.

Luego se refirió a los cambios del nuevo orden mundial, a partir de la configuración del sistema internacional después de la Segunda Guerra Mundial, la búsqueda de la paz permanente y de la seguridad internacional, la globalización económica, y luego la integración multilateral y las relaciones a nivel global.

“Vemos sin duda un planeta con mayor desintegración, rompiéndose los paradigmas anteriores”, dijo, aunque advirtió los esfuerzos de la multilateralidad. “Es necesario un replanteamiento, sobre todo  cuando vemos el escenario de nuestra región”.

Se refirió a “la crisis de identidad y efectividad” de organismos internacionales, y los efectos en cascada de la guerra de Ucrania “que obliga a reflexionar sobre las capacidades globales de reaccionar a situaciones de esta naturaleza”. Y también mencionó la amenaza rusa del uso de armas nucleares, así como a la toma a la fuerza del territorio. “Esto nos remite al cuadro mundial de controversias limítrofes pendientes, como Taiwan, en China; o incluso El Esequibo, en Venezuela, o cualquier otro escenario”.

“Pareciera que estamos ante el reto de construir una multilateralidad limitada”, una dispersión de la región, dijo.

Citó como ejemplo los sistemas de integración de la región, “que están prácticamente asfixiados, sometidos a permanentes cambios del color del gobierno” .Y frente a esto, se centró  en “la maraña” de acuerdos y relaciones de la región, en el marco del desarrollo social, político y económico.

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